Tableros conmemorativos
Los tableros conmemorativos tienen como objetivo dignificar las memorias de las víctimas que ha dejado el conflicto armado colombiano, como una invitación a recordarles y hacer un llamado a la no repetición.
El contenido de estos tableros estará mediado por diferentes fechas que conmemoran y honran a las víctimas de los diferentes hechos victimizantes.
No más violencia sexual, no más cuerpos humanos con las huellas del conflicto armado
El cuerpo es el primer territorio que habitamos, es un archivo de memoria que guarda los recuerdos que quedan del transitar de la vida. En Colombia, los cuerpos de mujeres, niñas, niños y adolescentes han sido víctimas de un crimen de lesa humanidad: la violencia sexual. Este hecho ha dejado huellas físicas, psicológicas y emocionales que cuentan lo vivido; pero, además, esos cuerpos –individuales y colectivos– han narrado, denunciado y resignificado el dolor en un llamado al respeto por la dignidad.
Hoy, 19 de junio, se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, y nos sumamos a la urgencia por visibilizar una violencia silenciada que no para, ejercida históricamente y exacerbada por el conflicto armado en el país. La violencia sexual es un tipo de violencia basada en género y una forma de victimización que sufren especialmente niñas, niños, adolescentes y mujeres, y también hombres. Según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) entre 1959 y 2020 se han registrado 15.760 víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado en el país, de las cuales el 61,8 % son mujeres y el 30,8 % niñas y adolescentes (el 92,6 % del total). Es importante anotar que existe un subregistro por los señalamientos, amenazas, estereotipos e ideas sociales que alimentan el miedo a denunciar esta violencia.
La violencia sexual se refiere a cualquier acto de naturaleza sexual impuesto a través del uso de la fuerza, la coerción, la opresión psicológica, el abuso de poder o el temor a la violencia. Este tipo de violencias no ocurren solo en lo privado sino también en escenarios públicos y bajo diferentes modalidades como la desnudez forzada, explotación y acoso sexual, esterilización forzada, embarazo y aborto forzados, mutilación de órganos sexuales, amenazas de contenido sexual, prostitución forzada, trata de personas, abuso sexual, tortura sexual, obligar a niños, niñas o adolescentes a presenciar actos sexuales y, la más recurrente, la violación sexual. Además, existen diversos mecanismos para perpetrar esta forma de violencia, como la persuasión, amenaza, coacción, chantaje, intimidación, aprovechamiento de relaciones de poder o enamoramiento.
Todos los actores armados implicados en el conflicto armado colombiano (guerrillas, paramilitares, agentes del Estado y grupos posdesmovilización) han ejercido la violencia sexual de distintas formas y con diferentes magnitudes. Lo han hecho, además, con carácter oportunista y estratégico en la apropiación de los territorios, incluyendo el cuerpo como posesión. Su accionar está determinado por la relación de los grupos armados con unas dinámicas y contextos históricos, sociales y geográficos específicos. La violencia sexual no ha sido ejercida de manera homogénea sobre todas las personas, comunidades o poblaciones, pues algunas personas han sido víctimas en razón de su género, su orientación sexual, su pertenencia étnica, su momento en el ciclo de vida o sus condiciones de discapacidad. También se ha implementado la violencia sexual en tres diferentes escenarios: de disputa armada, de control territorial e intrafilas.
La niñez de muchas personas ha sido interrumpida a causa de la violencia sexual y esto trasciende los escenarios de conflicto armado. Familias, comunidades y la ciudadanía en general somos los garantes y protectores de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y sus relatos nos hacen un llamado a protegerles en todos sus entornos.
Entonces mi hermano empezó, yo pues desde pequeña empecé a gustarle y yo siendo una niña, todavía yo creo que de unos 7 años, recuerdo que él me tocaba mucho (…), le encantaba besarme la cara, y uno qué iba a saber (…) Ya yo le veía como las malas intenciones, yo tenía como una batica que era de botoncitos y me metía la mano por acá, entonces yo ya veía como malas intenciones. (…) Como a los 15 días ya mi hermano era encima, yo me acostaba y cuando yo me despertaba y él estaba al lado, pues haciendo lo que hoy en día sabemos (…) Y yo le conté a mi amá: “vea que Darío anoche esto, esto y esto. Y vea amá mire que no me dejó dormir” y ella ahí mismo sacó la mano y me la puso en la boca, me reventó toda, y “dejá de hablar de tú hermano que eso no se hace” y entonces yo me puse a llorar (CNMH, Liliana, mujer adulta, víctima de violencia sexual, Medellín, 2015).
Yo tenía catorce años y ese día iba caminando hacia mi casa (…) y cuando vi fue que me empezó a seguir un hombre de la policía, él me cogió del brazo y me llevó hasta donde su casa. Mientras íbamos él me iba diciendo puras vulgaridades, yo estaba muy asustada, me decía que me dejara que no me iba a pasar nada malo. Llegamos a la casa de él y ahí me violó. Me dolió muchísimo, sangré, me dejó maltrecha y así me fui hasta mi casa, cuando él me dejó ir. Mi mamá puso la denuncia, pero en la Fiscalía le dijeron que dejara eso así para no dañarle la hoja de vida al agente (CNMH, Beatriz, mujer adulta víctima de violencia sexual, Magdalena Medio, 2015).
Las niñas, los niños y adolescentes han sido víctimas de violencia sexual, fuera y en el marco del conflicto armado. Las ideas sociales (o estereotipos) existentes en la sociedad sobre ellos y ellas, han permitido que se violenten sexualmente y que sus voces, en muchos casos, sean silenciadas o no escuchadas. Las víctimas han sido tomadas como trofeos por su virginidad, como culpables, como seres sin derechos a los que se les puede violentar, como seres frágiles, disponibles para enamorar y utilizar disfrazando las violencias como “relaciones consentidas”, como personas por “corregir” por su identidad de género u orientación sexual, o “disciplinar” para mantener el orden social ideal para el grupo armado.
Relevamos que el rango de edades en las que más se ha violentado sexualmente a las personas en el marco del conflicto armado colombiano está entre los 14 y los 17 años. Es urgente que esto no siga ocurriendo y que como sociedad entendamos que la violencia sexual es una herida psicológica, emocional y física, que tiene en su centro la desconfianza en otros y en el mundo que les rodea; puesto que no sólo las víctimas fueron heridas sino que nadie las pudo proteger. Si los niños y las niñas están en un proceso de reconocimiento del mundo ¿en quién(es) pueden creer o confiar?
Resaltamos, además, que ha persistido la violencia sexual hacia cuerpos de mujeres afrodescendientes e indígenas como una práctica de dominación que se remonta a la colonia y que ha hecho parte de una estrategia sistemática de ejercicio de poder sobre ellas y sus territorios. Este tipo de violencia hacia las mujeres racializadas se enlaza con estereotipos históricos sobre su sexualidad y discursos racistas que las representan como seres inferiores y no civilizadas, con el cruce de otras exclusiones en razón de su raza, clase y género. En relación con las víctimas de violencia sexual con pertenencia étnica, el OMC registra que el 87,36 % son afrodescendientes, el 12,14 % indígenas, el 0 29 % palenqueras y el 0,21 % del pueblo Rrom o gitano. En relación a las identidades de género y orientaciones sexuales diversas, las mujeres lesbianas, los hombres gays, personas bisexuales, transgénero e intersexuales han sufrido distintos repertorios de violencia sexual en el conflicto armado, que tienen como fin último la imposición de un orden social anclado en contenidos de tipo moral, en el que no tienen cabida las formas de vida que se apartan de la heterosexualidad obligatoria.
A pesar de que es un gran desafío crecer en lugares en los que los cuerpos son violentados, admiramos y reconocemos la valentía, el esfuerzo de las víctimas para resignificar sus dolores y levantar su voz para que nadie más tenga que ser víctima de violencia sexual. Nos unimos al clamor para que cese la violencia sexual.
Los cuerpos de las niñas, niños, adolescentes y mujeres no se pueden cosificar o utilizar, no son apropiables ni disponibles, no son botín de guerra. ¡Basta ya! La violencia sexual no tiene justificación. ¡La dignidad de las personas se respeta!
Enfoque diferencial de niños, niñas y adolescentes, Enfoque de género de la Dirección para la Construcción de la Memoria Histórica y Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH
La guerra inscrita en el cuerpo. Informe nacional de violencia sexual en el conflicto armado
Memoria histórica con víctimas de violencia sexual: aproximación conceptual y metodológica
Nota metodológica: El Sistema de Información de Eventos de Violencia del Conflicto Armado Colombiano- SIEVCAC documenta casos y víctimas directas o que sufrieron en carne propia el hecho victimizante. Adicionalmente, y en reconocimiento al trabajo institucional del Sistema de Información de Población Desplazada (SIPOD), asumido por el Registro Único de Víctimas (RUV), no se documenta el Desplazamiento Forzado. El corte de la información es: 31 de marzo 2024.