En septiembre de 2019 investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica viajamos a Iberia, vereda del municipio de Zona Bananera, para continuar desarrollando el trabajo sobre la memoria y el proceso de resistencia de los parceleros de Las Franciscas, integrantes de Aucrefran. Durante esa visita la comunidad identificó a Henry Solano como uno de los campesinos que hizo parte de la lucha por la tierra durante más de 20 años, y cuya vida debía ser honrada en este proceso. Para saber más acerca de la vida de Henry nos entrevistamos con Luz Jiménez, su esposa, y Claudia Solano, su hija mayor. Fuimos hasta su casa y allí en medio de un fuerte aguacero charlamos sobre él y su vida.

Durante esta entrevista que luego de un par de minutos se convirtió en una bonita conversación entre Luz y Claudia, nos enteramos que Henry, al que muchos conocían como Toto, nació el 24 de junio de 1970 en Palomar.  Sus padres, Marleni Castro y Juan Solano tuvieron varios hijos. La mayor era Rosa, luego venía él y contando a Miguel, Juan Carlos, Esperanza, Ana y Elkin sumaban siete hermanos. Ante la pregunta de qué era lo que más recordaban de Henry, las dos coincidieron en responder que él siempre fue un hombre muy familiar, pensaba todo el tiempo en sus hermanos, en su mamá, en su esposa y sus hijos. Desde muy joven trabajó y siempre tuvo como objetivo comprarle una casa a su mamá, y ya luego tener una tierrita para sembrarla y dejársela a sus hijos. Es por esta razón que, desde joven, incluso antes de enamorarse de Luz, Toto tuvo casi siempre dos trabajos. A veces, a eso de las cinco y media de la mañana, ya se encontraba trabajando en el campo, no solo por el calor que hace en esta parte del Magdalena, sino porque después de medio día se iba a vender lotería y chance hasta pasadas las ocho de la noche.

Por lo que nos contaron pareciera que Henry trabajó desde siempre en el campo, primero en la finca Silvia María, después en otras fincas de la zona, y ya luego en Orihueca le apostó a trabajar en Las Franciscas. Pero para llegar hasta ahí primero tuvo que conocer a Luz, quien sería su compañera durante el resto de su vida. Ella recuerda que se conocieron en la iglesia cristiana Cuadrangular a la que los dos asistían. La primera cita, las primeras salidas y casi todo su noviazgo ocurrió durante las congregaciones de la iglesia. Ellos estuvieron de novios durante más o menos un año, ya después de eso él le propuso que vivieran juntos y ella aceptó. Desde esa época y hasta el final de su vida Toto se caracterizó por pensar siempre en los demás, en su esposa, sus hijos y todos sus conocidos:

Él era detallista, si iba por ahí y veía una cajita de música linda, me la regalaba, lo mismo pasó con un anillo y hasta con una biblia que todavía tengo conmigo –dice Luz.

Con nosotros también era detallista –cuenta Claudia–, yo me acuerdo que cuando él regresaba de trabajar desde la carretera nos chiflaba para que saliéramos, nos traía “repela” (un bocado del desayuno), eso era delicioso.

Para 1998 Mañe, el papá de Luz, le contó a Henry sobre lo que estaba andando en Las Franciscas, unas tierras en las que antes se había sembrado guineo, pero que en ese momento estaban baldías y se podían ir a recuperar. Él se interesó y desde esa época se vinculó al proceso. Llegaron allá cuando ya había nacido Claudia. Luego de limpiar la tierra y durante el tiempo que estuvieron en Las Franciscas sembraron mango, guayaba, yuca, maíz y ají, y de lo que allí se sembraba salía el sustento de la familia. El trabajo en el campo fue relativamente tranquilo hasta que en 2004 desplazaron a todos los que allí vivían. Por esa época llegaron las amenazas y fue cuando mataron a José Kelsi, otro integrante y líder de la Asociación de parceleros.

Tras la salida de Las Franciscas, la vida le cambió a todo el mundo. Henry empezó a trabajar medio tiempo en una finca bananera y retomó la venta del chance. Pero a él no se le olvidó esa lucha por su tierra. Se mantuvo cercano con los demás parceleros, asistía a las reuniones para ver cómo iba el proceso de reclamación que iniciaron, y allí se hizo cercano de quienes cultivaban la tierra como él. A veces se veía con ellos para jugar billar, jugar dominó y para tomarse unas cervezas.

Águila, esa era la que a él más le gustaba –señala Luz.

Él iba a tomarse unas cervezas y a escuchar música de Diomedes que era la que más le gustaba. Yo me acuerdo que me cantaba esa de mi primera cana: “Una hebra de cabello adorna mi cuerpo, una hebra de cabello adorna mi alma, ay ve, mi primera cana, noticias de mi vejez…” –recuerda su hija Claudia.

Pero pese a que a él le gustaba la fiesta, era un hombre muy familiar que disfrutaba la comida que hacían en su casa. Lo que más comía era arroz de coco con pescado y fríjoles rojos. En las mañanas, antes de salir a trabajar, le gustaba mucho comer carne en bistec y bollo limpio con carne. Henry disfrutaba pasar la mayor cantidad de tiempo posible con sus hijos, jugaba con ellos y les ayudaba en las tareas. Pese a haber estudiado solo hasta tercero de primaria era muy bueno con las matemáticas:

¿No te acuerdas cuando él cogía a darte repaso? Y te decía: “mija, ponga atención en el estudio porque es lo único que nosotros los pobres les podemos dejar a ustedes nuestros hijos” –dijo Luz.

Sí mami –responde Claudia–, yo me acuerdo que él nos repetía que nada en esta vida es fácil y siempre vamos a tener obstáculos y barreras. Una vez me dijo: “no se eche pa’ atrás, si ve una piedrecita, hágale, hágale que usted puede más que esa piedrecita que está ahí, los problemas traen enseñanzas para que aprendamos de ellos”.

Varias personas recuerdan que Henry fue un excelente padre, celoso con sus hijos, nunca le levantó la mano para darles una nalgada, pero sí los corrigió, estuvo atento siempre a lo que necesitaban. Luz menciona: –yo me acuerdo que no solo vendía chance, sino que a veces él también apostaba, entre sus números favoritos estaba el 010, varias veces ganó con ese. Para el nacimiento de Juan Manuel se ganó un millón doscientos, y con eso fue que compró todas las cosas de la barriga: la bañera, los pañales, todo se compró con eso.

Y, ¿cómo describirías a Henry? –Él era una persona tranquila, una persona juguetona, amable, muy atenta y responsable –Claudia interrumpe a Luz–, –era de mediana estatura, de piel morena y ojos grandes. Sí, de ojos grandes como los míos. También era un hombre muy apegado a Dios, por eso iba a la iglesia. Pese a que hubo una época en la que dejaron de asistir, el terminó regresando al evangelio cuando su mamá se enfermó del corazón y Dios le hizo el milagro de ayudarla. –Sí, él murió siendo cristiano –menciona su hija.

Mientras pasaron los años, Henry siguió trabajando y no perdió la ilusión de que les regresaran las tierras. Él quería sembrar guineo ya que había aprendido cosas de cómo cultivarlo, pero eso no alcanzó a pasar. Toto se enfermó, le dio cáncer. El diagnóstico fue confuso, él se agravó, así que doña Marleni se lo llevó para la casa, a cuidarlo, porque a ella no se le podía contradecir. Pese a su enfermedad, Henry mantuvo su buen ánimo, seguía siendo un buen hombre, un buen papá:

Nosotros hablábamos con él por teléfono, a veces los fines de semana íbamos a visitarlo. Algunas veces jugábamos futbol o él nos veía jugar y era el narrador: “y la lleva Juan y se la pasa a César, se la quita Claudia, tira al arco, anota, ¡goool!”. Entonces, nosotros íbamos corriendo hasta donde estaba y le pegamos en las manos, chocándolas –recuerda su hija.

Henry murió en enero de 2016, fue muy duro para su familia y las personas cercanas. Claudia recuerda que días después se soñó con su padre:

Él llegó aquí a la puerta de la casa, llegó con una mano de guineo, una bicicleta y en ropa de trabajar. Nada más salimos nosotros tres y él nos abrazó, nos dijo que nos amaba y que él siempre nos estaba cuidando, que sin importar donde estuviera él iba a estar con nosotros, ese abrazo se sintió tan real…

Pese a que Henry no alcanzó a vivir para la entrega de su tierra, Luz ha velado por honrar su legado: –Ahora que nos entregaron la tierra, yo lo que quiero es ponerla a nombre de mis tres hijos, que sea un patrimonio para ellos, esas tres hectáreas representan el trabajo de Henry. Aún no sabemos bien qué vamos a sembrar, yo creo que guineo porque es lo que él hubiera querido.

HISTORIAS DE VIDA Y RESISTENCIA

Los logros de AUCREFRAN (Asociación de Usuarios Campesinos Retornados a las Franciscas I y II), que ha representado a más de cincuenta familias, han sido posibles gracias a su persistencia y valentía. Muchos miembros no alcanzaron a ver el día en que los largos años de trabajo de la Asociación rendían fruto. Quienes regresan a sus tierras han querido rendir homenaje a varios compañeros y compañeras que se quedaron por el camino de regreso a las Franciscas. Los siguientes perfiles biográficos corresponden a quince personas, cada una con formas distintas de ser y de pensar, a quienes les unió la amistad, el amor por la tierra, el orgullo de ser campesinos y el sueño de recuperar sus parcelas. Recordar sus orígenes, sus anécdotas y sus expresiones de tristeza y alegría fortalece a la Asociación y les llena de fuerza para seguir su ejemplo. A quienes no los conocieron, estos relatos nos inspiran con su legado de honestidad, trabajo y lucha por la justicia en Colombia.

Abel Bolaños

Dora Ortíz

Henry Solano

Hermanos Julio

Hermanos Terán

Ismenia Morales Matos

Jaider Rivera Acuña

José Kelsi

Juan Bautista Charris Pazos

María Encarnación Badillo

Miguel Anchila

Miguel Segundo Manga

HISTORIAS DE VIDA Y RESISTENCIA

Los logros de AUCREFRAN (Asociación de Usuarios Campesinos Retornados a las Franciscas I y II), que ha representado a más de cincuenta familias, han sido posibles gracias a su persistencia y valentía. Muchos miembros no alcanzaron a ver el día en que los largos años de trabajo de la Asociación rendían fruto. Quienes regresan a sus tierras han querido rendir homenaje a varios compañeros y compañeras que se quedaron por el camino de regreso a las Franciscas. Los siguientes perfiles biográficos corresponden a quince personas, cada una con formas distintas de ser y de pensar, a quienes les unió la amistad, el amor por la tierra, el orgullo de ser campesinos y el sueño de recuperar sus parcelas. Recordar sus orígenes, sus anécdotas y sus expresiones de tristeza y alegría fortalece a la Asociación y les llena de fuerza para seguir su ejemplo. A quienes no los conocieron, estos relatos nos inspiran con su legado de honestidad, trabajo y lucha por la justicia en Colombia.

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